La brutal alternativa al cemento puede ser realmente sorprendente. Está hecha con hongos
Un equipo de científicos ha creado un material compuesto de hongos y bacterias que podría revolucionar la construcción y reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono

Mientras buscamos formas de reducir nuestra huella de carbono, un equipo científico ha dado con algo inesperado: una mezcla de hongos y bacterias que podría competir con el hormigón. La combinación de estos microorganismos no solo ofrece propiedades mecánicas interesantes sino que, a diferencia del cemento tradicional, absorbe CO₂ en lugar de emitirlo. Y eso, en plena crisis climática, no es poca cosa.
Según informa New Atlas, unos investigadores de la Universidad Estatal de Montana han conseguido crear un material compuesto mezclando el micelio del hongo Neurospora crassa con la bacteria Sporosarcina pasteurii. Esta curiosa pareja supera los problemas que tenían hasta ahora otros biomateriales destinados a la construcción, especialmente en lo que respecta a su resistencia y durabilidad, dos factores clave para cualquier material estructural.
El micelio y las bacterias unen fuerzas contra el cambio climático
Ya sabemos que fabricar cemento contamina muchísimo (el 8% de las emisiones mundiales de CO₂, para ser exactos). Por eso esta alternativa fúngica llama tanto la atención. El invento aprovecha el micelio como estructura base, mientras la bacteria se encarga de depositar carbonato cálcico, gracias a un proceso llamado MICP. Lo interesante es que esta cooperación entre los dos organismos permite crear estructuras internas parecidas a las del hueso, lo que mejora la resistencia del material y mantiene los microorganismos activos durante casi un mes.
Este material no está solo en la carrera por sustituir al cemento. También tenemos el bambú, que lleva milenios usándose en China como material de construcción, o el Greensulate, un aislante hecho con micelio de setas ostra y residuos agrícolas que ha desarrollado la empresa Ecovative Design. Lo bueno de estos materiales con hongos es que no se queman fácilmente, repelen el agua y, cuando ya no los necesitas, se biodegradan en apenas un mes, algo impensable con los materiales tradicionales.
Y no solo hablamos de construir aquí en la Tierra. Esta tecnología podría complementar proyectos como la construcción de bases lunares con materiales de la propia Luna en la que está trabajando China. Por otro lado, iniciativas como FUNGAR estudian cómo usar micelio vivo para hacer edificios "inteligentes" que reaccionen a cambios en el ambiente. Mientras tanto, PLP Labs diseña bloques tipo Lego que permitirían reconfigurar los edificios según cambien nuestras necesidades.
Lo más llamativo de estos materiales fúngicos es que absorben CO₂ mientras crecen, ayudando a reducir las emisiones del sector de la construcción, que actualmente genera el 11% de las emisiones globales. Y por si fuera poco, algunos estudios muestran que resisten mejor el fuego y el agua que el hormigón convencional, lo que podría solucionar problemas habituales de durabilidad.
La investigación con materiales sostenibles avanza por varios caminos, como el cemento que se fabrica con agua de mar que han desarrollado en la Universidad de Eindhoven. O el hormigón que funciona como una batería, capaz de almacenar energía además de soportar el peso del edificio.
Claro que no todo es tan bonito. Todavía hay que resolver cómo producir estos materiales a gran escala, bajar su precio y asegurar que estén disponibles para el mercado masivo. Los científicos de Montana ahora trabajan en prolongar la vida de los microorganismos y mejorar el proceso de fabricación. Al final, esta forma de imitar a la naturaleza nos está llevando a replantearnos no solo cómo construimos, sino también nuestra relación con los materiales: quizás en el futuro nuestros edificios no solo albergarán vida, sino que ellos mismos estarán vivos.