Giro de 180 grados, encuentran el cadáver de un niño híbrido entre humano y neandertal en un yacimiento

Un nuevo estudio precisa la datación del Niño de Lapedo, esqueleto que combina rasgos de humanos modernos y neandertales, demostrando que la hibridación entre ambas especies persistió durante miles de años

Giro de 180 grados, encuentran el cadáver de un niño híbrido entre humano y neandertal en un yacimiento
Reconstrucción de cómo fue el Niño de Lapedo, cuya nueva datación de sus restos, entre 27.780 y 28.550 años atrás confirma la pervivencia de rasgos neandertales mucho después de su pretendida extinción en Europa
Publicado en Ciencia
Por por Sergio Agudo

Nadie dudaba ya de la hibridación entre neandertales y sapiens, pero la nueva datación del Niño de Lapedo lo cambia todo. El esqueleto infantil encontrado en Portugal en 1998, que presenta una mezcla de características de ambas especies, ha podido ser fechado con precisión entre 27.780 y 28.550 años antes del presente, varios milenios después de la supuesta desaparición neandertal en la Península Ibérica.

El estudio publicado en Science Advances utiliza una técnica innovadora llamada "hydroxyproline dating" que proporciona fechas mucho más fiables. Lo revolucionario no es confirmar la hibridación (eso ya lo sabíamos por los análisis genéticos), sino demostrar que estos rasgos siguieron manifestándose físicamente miles de años después de lo que pensábamos.

El Niño de Lapedo: la evidencia física que nadie esperaba

Los análisis genéticos ya habían confirmado que los humanos actuales no africanos tenemos entre un 1% y un 4% de ADN neandertal. De hecho, investigaciones recientes sitúan esta hibridación en los Montes Zagros, entre Irak e Irán.

Lo impactante del Niño de Lapedo es que representa una prueba física directa de esta mezcla genética, y ahora sabemos que vivió mucho después de la supuesta extinción neandertal. Esto sugiere que no solo el ADN persistió, sino que siguió expresándose en características físicas visibles durante muchas generaciones.

Además, la nueva datación ha permitido descartar algunas teorías sobre rituales funerarios, como la quema previa al enterramiento o la ofrenda de carne de ciervo. Las evidencias muestran que estos materiales son anteriores al enterramiento del niño.

Estudios sobre especies humanas desconocidas ya habían mostrado que conservamos genes de varios homínidos extintos, no solo neandertales sino también denisovanos y otros grupos aún sin identificar. Esto encaja con el hallazgo de cuatro especies distintas con cabezas notablemente grandes que convivieron con nuestra especie en Asia.

Esta nueva cronología demuestra que la sustitución de los neandertales por humanos modernos fue un proceso mucho más complejo y gradual de lo que creíamos. No nos reemplazamos, nos mezclamos. Y esa mezcla produjo linajes estables donde los rasgos neandertales persistieron durante milenios, incluso después de eventos como la inversión magnética de Laschamps que algunos relacionan con su extinción.

El Niño de Lapedo nos obliga a replantearnos las narrativas simplificadas sobre nuestra historia evolutiva. No solo llevamos genes neandertales; durante miles de años, también tuvimos su aspecto. Los antiguos árboles genealógicos con ramas separadas quedan obsoletos ante esta evidencia que confirma que somos producto de una compleja red de intercambios genéticos entre distintos tipos humanos que poblaron la Tierra.

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